MILLENIUM, UNA PELÍCULA QUE SE PARECE A SÍ MISMA
Rara vez vemos una película con ojos generosos cuando previamente hemos leído la obra literaria en la que está basada. Más bien acudimos a ella con espíritu censor: después de dedicar tantas horas a una novela (que es por excelencia el género en que se inspiran las películas, y muy a menudo estas lo hacen a partir de libros voluminosos que requieren mucha dedicación), nos creemos en el derecho de exigir que la versión cinematográfica no difiera un ápice de la literaria. Como si el espectador fuera un amante despechado, la palabra más gastada en sus labios es “fidelidad”. Puede que sea lógico pedir cierta homogeneidad entre ambas versiones, lo contrario despistaría: a nadie, pongamos, le agradaría enterarse una vez llega a Nueva York de que la impactante Estatua de la Libertad cabe en un bolsillo. No obstante, a veces se cae en el exceso y pretendemos que la literatura y el cine sean meros objetos reflejados en un espejo plano. Creo que deberíamos juzgar una película no por lo que mantiene de parecido con determinada obra literaria sino con lo que mantiene de parecido con el buen cine.
El éxito de La Trilogía del Milenio de Stieg Larsson (recordemos los títulos: Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que con soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire) ha propiciado que el espectador se siente en su butaca para ver Millenium (Niels Arden Oplev, 2009) con una balanza a sus pies. Es una pena, porque así no se relaja: pasa las dos horas y media que dura el filme pesando las diferencias entre ambos proyectos. Y como sugería arriba, una película es mucho más que un acto de fidelidad entre dos disciplinas artísticas.
Vaya por delante que Millenium, basada en Los hombres que no amaban a las mujeres (cuyo argumento, por bien conocido, no voy a destripar), me ha sorprendido gratamente. No me preocupan esas pequeñas variaciones (que las hay) respecto a la obra literaria, aunque a otros les quite el sueño. Respecto a la existencia de esas diferencias, no podría ser de otra manera: la novela de Larsson contiene 666 páginas y la versión de Oplev, 150 minutos; la primero es una novela, la segunda, una película; la primera está interpretada por “seres de papel” (término acuñado por Roland Barthes) mientras que la segunda está interpretada por actores de carne y hueso. Afortunadamente una y otra son cosas diferentes. Por eso, juegos verbales aparte, no podemos ver una novela ni leer una película.
Por cerrar el tema de “infidelidades”: el director se permite incluso abrir Millenium con una escena que alude a un capítulo no de la primera novela sino de la segunda: La chica que con soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. Tampoco eso me preocupa. Una rosa es una rosa, escribió Juan Ramón Jiménez. Pues bien: una película es una película, escribo yo. Además, yo diría que la película ha pulido ciertos detalles del argumento del libro que no cuadraban del todo. Por ejemplo, en Los hombres que no amaban a las mujeres la hija del protagonista principal, el periodista Mikel Blomvist, se desplaza hasta el retiro donde vive provisionalmente su padre para citar de manera casual una Biblia, factor determinante que abrirá nuevas vías en la investigación. En la versión cinematográfica, no es necesario incluir un personaje extra que haga una tarea que no le corresponde: es la propia Lisbeth Salander, incisiva detective y hacker compulsiva, quien pone a Blomvist sobre la pista correcta. Así parece más coherente.
Además, han sido eliminadas de la película expresiones enfáticas que Larsson, como si de una novela juvenil se tratara, pone una y otra vez en boca de sus personajes.
Otro aspecto que me ha agradado de Millenium es que el director ha rehusado hacer una película a la americana. Cualquiera que haya leído a Larsson sabrá que sus libros, por los ingredientes con los que los cocinaba (el suspense, la lucha entre buenos y malos, el maltrato a las mujeres, la marginalidad, etcétera,) se prestaban a ello. Oplev ha optado por el camino más arduo y ha realizado no un “thriller a lo Holywood” sino por –ya sé que el término es arriesgado– un “thriller silencioso a la sueca”, con actores poco conocidos para el espectador común (yo al menos no tenía idea de su existencia): Noomi Rapace (en el papel de la investigadora Lisbeth Salnder), Michael Nyqvist (Mikel Blomvist), Lena Endre (Erika Berger) o Sven-Bertil Taube (Henrik Vanger).
Y, además, nos presenta a un Mikel Blomvist con cierto encanto, inteligente e idealista, pero muy alejado de lo que es un galán de cine. En los libros de Larsson, su héroe–antihéroe es sexualmente promiscuo (y además sin despeinarse), mientras que en la película solo mantiene relaciones (explícitas) con la evasiva Lisbeth Salander.
¿Ha defraudado la película a los seguidores del libro? Me temo que a muchos de ellos, sí. La película, al contrario que el libro, no invita a expresiones emocionales –y poco argumentadas– con las que los lectores de best-sellers defienden este tipo de lecturas: “Engancha desde la primera línea”, “Deseaba que nunca se terminara el libro”, “Cuando llegué al final, me sentí huérfano”, etcétera.
No, la película no genera adhesiones incondicionales. Es más bien una obra de autor creada a partir de una historia para las masas. Millenium, al contrario que su hermanada publicación, no nació para arrasar. Pero si somos generosos y la vemos con ojos no contaminados por el éxito irrefrenable en que está basada, es posible que aceptemos que Oplev ha hecho un buen trabajo. O mejor dicho: un gran trabajo.
No he leído a Larsson ni visto el trabajo del sueco Oplev pero estoy completamente de acuerdo con Criado en que no se puede "ver" una novela ni "leer" una película.Cuántas veces ocurre que una birria de novela da pie a una excelente película y al revés extraordinarias
ResponderEliminarnovelas al pasarlas al celuloide se quedan en auténticos bodrios, y es que efectivamente narración escrita y narración cinematográfica
son cosas muy diferentes aunque estén emparentadas.
Si bien hemos de reconocer que la escritura desde la invención del cine cambió
radicalmente como no podía ser de otra manera.
Por cierto, muy acertada la expresión "thriller silencioso a la sueca".