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El gran combate (1964) por El Despotricador Cinéfilo


A lo largo de mi vida como cinéfilo (y de mi constante admiración por el cine de John Ford, es decir, por el cine en estado puro) siempre he tenido una gran curiosidad por visionar “El gran combate”, pues es un film del que siempre he leído que fue una obra desdibujada y desvirtuada por los productores, los cuales vilmente masacraron y cambiaron totalmente la idea original de la película tal y como la concibió Ford.

Esto llevaría a pensar que “El gran combate” es una película desequilibrada, fallida, descompensada e incoherente, pero, cual grata ha sido mi gran sorpresa, cuando me he encontrado un film compacto, consecuente, inteligente y nada adulterado. No se cuáles fueron esos cortes que los “malvados” productores hicieron a esta obra tan fordiana, lo que sí sé en que no la desvirtuaron en absoluto, pues mantiene todo el espíritu y emotivo homenaje a los cheyennes, así como al tremendo éxodo al que se vieron obligados. Una obra fordiana genial y crepuscular, impecablemente rodada como era habitual en el Maestro.

Entonces ¿qué es despotricable en ella? pues algo que me irrita considerablemente y que quiebra rotundamente el (hasta entonces) magnífico ritmo de la película. Me estoy refiriendo a ese episodio cómico, metido con calzador, de la partida de poker entre James Stewart, Arthur Kennedy y John Carradine. ¿Qué sentido tiene esos toques de humor en una película tan sería y dramática como esta? puede que la intención de Ford fuese desdramatizar un poco la tensión acumulada y, por eso, mete este numerito cómico. Pero en mi opinión fracasa totalmente, y, esto, sí que desvirtúa la película.

Que el bueno de Jimmy Stewart esté impecable (como siempre en él) haciendo de Wyatt Earp no justifica la existencia de este episodio, pues es un episodio totalmente incoherente en la trama, innecesario, absolutamente prescindible; podría estar metido en esta película como en cualquier otra, es intercambiable, entonces ¿qué necesidad habría de mantenerlo? Y no digo que esté mal rodado o sea más flojo que el resto del film, no, por Dios, está magistralmente rodado, pero no aporta nada a la película y es sumamente superfluo. Menos mal que la película es tan magnífica que este “desliz” no consigue empañar el buen sabor de boca que siempre nos deja el Maestro de Maestros, el siempre añorado John Ford.

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