Hace ya algunos años fui invitado, junto con otros cinéfilos, por el excelente y erudito profesor Francisco Javier Tovar, a la proyección, en la facultad de Filosofía y Letras, de la mítica película “El año pasado en Marienbad”. 94 minutos después terminó la película (menos mal que solo fueron 94 minutos) y empezó, entre los allí congregados, un espontáneo coloquio sobre dicho film.
Yo no podía salir de mi asombro viendo cómo todos estaban entusiasmados, fascinados y motivados por la obra de Resnais, derrochando ingeniosas justificaciones e interpretaciones de lo que acabábamos de ver; encontrando rasgos culturales, perturbadores y geniales en cada una de las escenas y diálogos. Yo permanecí callado, pues dudada (muy seriamente) si estábamos hablando de la misma película o, peor aún, si era tan intelectualmente pobre que no había captado ni apreciado todas esas cualidades, aciertos y magistrales toques surrealistas que inundan cada fotograma del film.
Ahora que mi criterio y mi sabiduría cinéfila se han ampliado considerablemente, hay una máxima cinematográfica que no consiento ni tolero: no aguanto que me tomen el pelo, ya sea con cine europeo (en su mayoría) o americano (por ejemplo, la amplia filmografía de David Lynch). ¿Tan difícil es decir, o reconocer, que “El año pasado en Marienbad” es un aburrimiento incomprensible? ¿Tanto cuesta asumir que no se han enterado de nada porque no hay nada de que enterarse? ¿No les da vergüenza tener que escudriñar rebuscadas justificaciones e interpretaciones para, así, no reconocer que la película es un vacío absoluto estirado hasta el hastío (y, en mi caso, la desesperación)? ¿No les revienta de verdad que un director (un ser humano, al fin y al cabo) sea tan pretencioso y prepotente como para hacer un cine tan poco asequible que haya que buscarle absurdas coartadas intelectuales y culturales?
Y luego querrán, sinceramente, que la cultura sea interesante y accesible para una mayoría. Pues mientras se sigan defendiendo (sin justificación alguna) bodrios de tal calibre, la gente seguirá huyendo de la cultura, y el cine europeo seguirá arrastrando el lastre de cine aburrido para minorías: una pena, sin duda, pues nos alejará y nos impedirá ver las grandes obras del viejo continente.
Pero cómo que no es cine. Si no fuera cine no estaríamos hablando de "esta película", estaríamos hablando y estaría catalogada en las
ResponderEliminarenciclopedias de por ejemplo "album de fotos familiares" o algo así.
Pero no, se la cataloga y se habla de ella como "de una película" ¿especial? desde luego, ¿vanguardista? sin duda y portadora de novedades
luego asimiladas y utilizadas de manera diferente,claro, por otros. Ay,señor!.
Por cierto, yo tampoco estoy dispuesta a tolerar que se llame "bodrio" a una de las películas más emblemáticas del cine francés. Resnais revolucionó por completo los conceptos del montaje y de la fotografía y el uso que hizo
ResponderEliminartanto en sus películas como en sus documentales de los breves planos que cortan el hilo narrativo con el tiempo se han convertido en algo estándar dentro del lenguaje cinematográfico, luego su paso por el cine
no se puede decir que haya sido estéril.
La belleza y maestría formal que derrocha esta película es incuestionable. No todo tiene que ser divertido y marchoso. Las minorías también tienen sus derechos ¿o es que todo ha de ser "cultura de masas"?. A cada quien lo suyo, faltaría más.
Vamos a ver, no critico que sea un film precioso y repleto de detalles de gran belleza y de innovaciones, pero eso no es cine, eso es solo fotografía en movimiento, y yo también defiendo el cine de minorias, pero desde luego no la tomadura de pelo.
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