Dentro del universo de la Serie B y en su vinculación directa con el
western, la figura de Budd Boetticher y su ciclo de títulos
protagonizados por Randolph Scott en la segunda mitad de la década de
los cincuenta adquieren una gran importancia en el devenir del género.
Pero más allá de esta adscripción a una vertiente de títulos de bajo
presupuesto, fundamentalmente la mirada de Boetticher, de su
protagonista y la presencia del experto Burt Kennedy en calidad de
guionista comportan una mirada personalísima, llena de austeridad y
ahondando fundamentalmente en un perfil psicológico que deja de lado los
elementos externos del cine del oeste –cabalgadas, tiroteos- y
dirigiendo sus miras en el retrato de personajes y conflictos
psicológicos –del mismo modo que lo ofrecían por aquellos años nombres
como los de Delmer Daves-, pero indudablemente de un modo más singular e
interiorizado.
No he podido seguir hasta el momento más que tres de los siete films que
forman este finalmente consolidado aunque quizá nunca buscado “ciclo”
–no es fácil poder toparse con la emisión televisiva de alguno de ellos
–la mayor parte de ellos nunca conocieron estreno en pantalla grande en
España-, prácticamente la única forma de acercarse a los mismos-, pero
con la muestra de que dispongo –los otros dos que he podido contemplar
son DECISION AT SUNDOWN (1957) y COMANCHE STATION (1960)-, de alguna
manera podemos darnos una idea de los rasgos generales que presiden
estas películas. La soledad del vaquero, el tiempo perdido, la
oportunidad que brinda la llegada de una mujer o la difícil frontera de
ambigüedad que en el mundo del oeste americano se brinda entre seguir el
sendero del bien y del mal. Disgresiones todas ellas que se dan cita en
The tall T (1957) –igualmente nunca estrenada en este país y exhibida en la pequeña pantalla bajo el título de LOS CAUTIVOS- que fue el segundo de los títulos realizados en esta serie fecunda y significativa para el género.
THE TALL T
se centra en la figura de Pat Brennan (Randolph
Scott), antiguo cowboy que ha decidido establecerse por su cuenta en una
granja. Desde su soledad como representante del oeste apuesta con su
antiguo jefe la posibilidad de ganar un toro si logra montar al elegido.
No vence la monta, perdiendo su caballo, y en su retorno a pie hasta la
granja se topa con la diligencia que conduce su amigo Ed (Arthur
Hunnicutt), y tripulada por el reciente y poco convincente matrimonio
formado por Doretta (la tarzanesca Maureen O’Sullivan), hija de un rico
hacendado, y el antipático y atildado Willard (John Hubbard). Pese a las
reticencias de este, Pat sube a la diligencia, que alcanza la parada
que comandaba un viejo amigo y en donde se encuentra igualmente su hijo
–con quienes ha conversado en los primeros compases del film,
prometiendo al pequeño llevarle caramelos de fresa-. Al llegar a dicho
emplazamiento son abordados por el grupo de bandidos que comanda Frank
Usher (un memorable Richard Boone), a cuyo mando se encuentran los
jóvenes y exaltados Billy (Skip Homeier) y el mejicano Chink (Henry
Silva). Estos se disponen a asaltar la diligencia que está por llegar, y
han asesinado previamente al padre e hijo que estaban en el
destacamento, matando igualmente a Ed cuando se dispone a defenderse de
los asaltantes. En un asalto de cobardía Willard intenta escabullirse de
los asaltantes confesándoles la procedencia de su esposa y la
posibilidad de que estos los dejen en libertad obteniendo un rescate.
Usher se interesa por la posibilidad de obtener uste inesperado botín y
envía al esposo junto con Billy para negociar el pago del rescate,
custodiando como rehenes a Pat y Doretta, a los que confina en un
escondite que alberga la entrada a una vieja mina. Allí el viejo vaquero
mide en su escepticismo la posibilidad de salvarse junto con Doretta y
va intentando hacer flaquear la confianza de los bandidos mientras su
relación con esta se ofrece como una nueva oportunidad en la vida de
ambos.
Evidentemente todos conocemos la conclusión, pero no es menos cierto que
en su ajustada duración de poco más de setenta minutos, gracias a la
destreza y sobriedad narrativa de Boetticher y la imbricaciones del
guión de Kennedy –basado en una novela de Elmert Leonard, de cuyo
universo traslada ese gusto por la violencia soterrada-, se ofrece un
resultado realmente estupendo –para algunos comentaristas, esta es la
mejor de la películas de las que componen este “ciclo”-, en el que el
ascetismo del paisaje contribuye a subrayar la soledad, mezquindad o
nobleza de los pocos personajes que protagonizan la historia y que
despliegan una gama de sentimientos encontrados que tienen en la
sobriedad que en todo momento se ofrece en la pantalla su más adecuada
traslación. THE TALL T demuestra la precisión de un lenguaje
cinematográfico en el que casi cada plano esconde un elemento posterior
–por ejemplo, el inicial que muestra al niño tirando una piedra a ese
pozo que mas adelante será el lugar donde descanse su propio cadáver- y
en el que el peso específico del personaje que encarna con su habitual
laconismo Randolph Scott ejerce como catalizador de las tensiones y
frustraciones que demuestran todos ellos y de las que además del
personaje de Doretta, hay que destacar de forma muy especial la relación
que se establece entre el cabecilla de los bandidos –Usher- y Pat. Por
medio de unas memorables conversaciones que se desarrollan casi a plano
fijo entre ambos, el viejo bandido de alguna manera se encuentra
fascinado por la personalidad del cowboy, viendo en él aquello en lo que
quizá deseó él convertirse. “Me caes bien” le llegará a decir como
única justificación para dejarlo con vida, aunque finalmente su
condición de maleante –y quizá la íntima y no manifestada convicción de
no poder salir de ese modo de vida- le llevará a inmolarse intentando
matar a Pat, tras lograr que este de alguna manera le perdonara la vida
al dejarlo marchar una vez con su astucia contraataca a los bandidos.
THE TALL T
no es, a mi juicio, una obra maestra, pero sí un
magnífico western que ejemplifica la madurez psicológica a la que el
género logró llegar en la década de los cincuenta, y una muestra de la
sobriedad y talento cinematográfico de Budd Boetticher.
¿Te ha gustado esta crítica? ¿Quieres leer más críticas de Juan Carlos Vizcaíno? Pulsa aquí
¿Te ha gustado esta crítica? ¿Quieres leer más críticas de Juan Carlos Vizcaíno? Pulsa aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario