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Los mercenarios (2010) por El Despotricador Cinéfilo


Existen ciertos cineastas (y Stallone lo es, aunque me cueste mucho reconocerlo) que, a la hora de enfrentarse a un proyecto, no saben muy bien cómo enfocarlo. Pues bien, Los mercenarios se podría haber planteado desde muchos puntos de vista, pero su director no parece decantarse por ninguno en concreto. ¿Qué pretende ser?: ¿un divertimento?, ¿una parodia de las características películas de acción adrenalítica de los años 80?, ¿una sátira hiriente a ese tipo de cine cuyo mayor exponente fue siempre el mismo Stallone?, ¿una revisión irónica, vista desde la distancia, de esos films tan infumables?, ¿una película sentimental que agrupe todas esas viejas glorias?...

En fin, sea cual sea el planteamiento, está claro que fracasa estrepitosamente, porque el resultado final es sólo y exclusivamente una descerebrada y vertiginosa película de pura acción donde mamporros, golpes, cuchilladas, tiroteos, explosiones y otros actos violentos se suceden sin parar a un ritmo endiablado. ¿Dónde queda la autoparodia? Salvo la divertidísima (y única destacable) escena en la que vemos juntos a Bruce Willis, Schwarzenegger y Stallone, todo lo demás es un manantial de despropósitos y violencia (muy) gratuita.

Y eso que Los mercenarios tenía mucho a su favor, pues jugaba con ingredientes muy jugosos que, bien manejados, podrían haber dado lugar a un film muy simpático, divertido, satírico e incluso muy sentimental (quieras o no, ver juntos a todos esos iconos y ases del cine de acción ochentero desata nuestros instintivos recuerdos más emocionales). Si Stallone hubiese sido solo un poco más astuto, hubiera podido conseguir logros más disfrutables, simplemente añadiendo más diálogos entre esos personajes en detrimento de tanta testosterona salvaje, haciendo más chistes autoreferenciales, aprovechando mejor a todos los actores que intervienen, etcétera.

El resultado es una doble decepción: por una parte, el bodrio de película resultante, y, por otro, el defraudar a un público entregado que esperaba la gran sátira que se merecían estos infumables productos de su época.

1 comentario:

  1. Curioso, esta primera parte es floja, aburrida y no sabe cogerle el punto al tono de parodía. En cambio la segunda parte es mucho más genial, divertida, autoparódica y con muchos más guiños geniales (todo lo de Chuck Norris por ejemplo). Y algo me dice que la tercera parte será mejor aún.

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