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El curioso caso de Benjamin Button (2008) por Francisco Rodríguez Criado
La biografía a la inversa de Benjamin Button
Ideas
En el cine y en la literatura a veces no es tan importante la originalidad de una idea como la eficacia de su puesta en escena. Me estoy acordando de aquella greguería de Ramón Gómez de la Serna que se limitaba a reproducir con cruel sorna lo que todos hemos pensado en alguna ocasión: "Los que matan a una mujer y después se suicidan deberían variar el sistema: suicidarse antes y matarla después".
Con la película El curioso caso de Benjamin Button (David Fincher) sucede exactamente lo mismo. El argumento se atiene a un lugar común que ha circulado entre los inventores de utopías como automóviles por una autovía: la conveniencia de empezar la vida como ancianos para acabar nuestros días como bebés. Yo mismo he recibido algún que otro archivo multimedia sobre esta "utopía" años antes del rodaje de la película.
La idea de El curioso caso de Benjamin Button, ya digo, no es demasiado original, supongo que menos incluso que el cuento de Scott Fitzgerald (escrito en los años 30) en que está vagamente basada, con guión del prestigioso Eric Roth (El hombre que susurraba a los caballos, Munich, Forrest Gump….).
En fin, tenemos al bueno de Benjamin, que nace con ochenta años y conforme va pasando el tiempo se va haciendo más y más joven mientras el resto de la humanidad, qué remedio, envejece a la manera tradicional. De ahí que nuestro personaje convalezca de sus achaques a los cinco años de edad para acabar subiéndose a los tejados, cual niño rebelde, ocho décadas después.
¿Da esto para una buena película? Pues según se mire. La reacción del público ha sido cualquier cosa menos unánime. Yo al menos solo escucho críticas extremas: o muy positivas o muy negativas (estas últimas, seguramente porque la película ha traicionado las expectativas: venía con la vitola de "oscarizable". Demasiado oscarizable: trece nominaciones, ni más ni menos).
Una historia rocambolesca
La historia, que tiene resonancias de ciencia ficción, se nos presenta sin embargo ajena al género. Y uno se pregunta: ¿cómo es posible que un hombre viva "hacia atrás" –algo inusitado en la historia de la humanidad– y todos cuantos están próximos a ese hombre –familiares, amigos, una novia sui géneris (Cate Blanchet)–, terminen aceptando esa condición como algo biológicamente normal? ¿Podría imaginar el lector de este artículo el revuelo que esa circunstancia anormal (o más bien paranormal: más paranormal que los ovnis o la telequinesis) causaría en la vida real en el Planeta Tierra? Esos detalles no se cuidan en la película. Es como si pagar la entrada del cine nos obligara a tener la misma fe en la historia que nos cuentan que un devoto dominical en los milagros marianos…
El argumento, en fin, se sostiene en el aire.
Y, entonces, si desconfiamos de ese elemento narrativo, de gran peso en el desarrollo de la película, ¿por qué habríamos de creernos todo lo demás?
Parece que los responsables de El curioso caso de Benjamin Button lo hayan apostado todo por un caballo al que presumen ganador (Brad Pitt), conscientes de que llega un momento en que el espectador se abandona y acaba no solo aceptando sino también agradeciendo –especialmente el público femenino– que este vaya "guapeándose" y rejuveneciendo conforme avanzan los minutos (en este caso, "minutos" equivale a años e incluso décadas).
Dejando a un lado estas incongruencias (inaceptables, insisto, teniendo en cuenta que la película, pese a todo, no está abonada al género de la ciencia ficción), El curioso caso de Benjamin Button tiene momentos nada desdeñables: tiernos, humorísticos, dramáticos, aventureros… Ofrece, además, una visión poco habitual en el cine de estos tiempos: el retrato de toda una vida, al modo de las novelas del XIX, adictas a diseccionar la biografía de un personaje desde sus inicios más tempranos hasta el final. (Aquí habría que decir desde el final hasta sus inicios más tempranos). En esta suerte de biografía a la inversa, el espectador acompaña a Brad Pitt por todo el metraje viviendo cambios de escenarios y de ambientación psicológica bastante interesantes. Y es que Benjamin Button, ese silencioso hombre hecho de tiempo, es un personaje que da para mucho, sobre todo teniendo en cuenta que las previsiones médicas no le presuponían más que unos días de vida.
Ritmo
El curioso caso de Benjamin Button tiene un ritmo lento y veloz a la vez. La película se hace algo pesada –en mi opinión le sobra media hora–, pero, por otra parte, si uno se levanta de su asiento para ir al baño y se demora un poco más de lo debido, corre el riesgo de perderse alguna que otra década del protagonista, que puede pasar, en cuestión de minutos, de retozar con Cate Blanchet en plena urbe estadounidense a trabajar cual paria moderno de vigilante de garaje en un lugar perdido de la India.
Este ritmo "lento–rápido hacia atrás–hacia delante" nos mete de lleno en la piel del personaje principal. De esta manera compartimos su singularidad, su desafío a las normas de la naturaleza. Sentimos por momentos cómo debe de ser desafiar –y vencer hasta cierto punto– las leyes del tiempo.
Personajes secundarios
Como decía, la película se la juega a una sola baza: Brad Pitt (que en esta ocasión hace un estupendo trabajo). El resto de los personajes son secundarios (incluida en cierta manera la mismísima Cate Blanchet): aparecen y desaparecen aportando cierto calor a una vida, la de Benjamin Button, condenada a la marginalidad Ninguno de estos personajes secundarios tiene un peso específico: forman parte del coro que eleva sus discretas voces para acompañar a la voz solista. No tienen mayor relevancia que la de haber sido testigos de una fenomenología: la vida hacia atrás de Benjamin Button.
Conclusión
El curioso caso de Benjamin Button trabaja sobre andamios narrativos del XIX en una historia ambientada en el XX y explicada al espectador con la técnica audiovisual del XXI. El grado de empatía del espectador hacia un argumento tan rocambolesco será determinante a la hora de enjuiciar el filme.
No creo que la película esté a la altura de lo que algunos esperaban de ella (recordémoslo: tenía trece nominaciones), aunque podamos dar por válidos los tres Oscars "menores" que ha conseguido: dirección artística, maquillaje y efectos visuales.
En cualquier caso, merece la pena verla aunque solo sea para brujulear las directrices por donde se mueve el Holywood actual, que ha tenido en 2009 su peor año de la historia en cuanto a recopilación de estatuillas: solo ocho Oscars para películas americanas. A lo mejor el cine americano (o mejor dicho: el cine "a la americana"), como el mismísimo Benjamin Button, ha empezado a experimentar una insólita cuenta atrás.
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