No cesa la eterna polémica sobre el cine español y la nube que lleva encima desde los hermanos Lumière. Creo que fue Luis Sánchez Polack, Tip, quien decía que muchas películas españolas, en vez de "fin" deberían acabar con la frase, "por fin", una afirmación que, sin dejar de ser uno patriota, también podríamos aplicar a producciones chipriotas o a cintas de origen albanokosovar, si las hay.
Genera angustia entre los cineastas españoles los continuos rapapolvos que recibe su obra, consolándose con que una o dos películas han triunfado de forma masiva. Bueno. Se quejan de que no hay dinero para las promociones. Mira, en el fútbol es lo que sobra y sólo sirve para que nos estrellemos siempre en los cuartos de cualquier torneo. ¿Qué harían nuestros directores con más dinero, aparte de contratar a las estrellas del firmamento americano? ¿Gustarían más sus producciones? ¿Habría más ideas, que es lo esencial, como recordaba Mihura?
Personalmente, como espectador profano, les diré una de las cosas que deploro en el cine español: la lentitud de la acción, casi a tiempo real. Las conversaciones se eternizan, tanto, que a veces el cocido humeante del plano termina haciéndose de verdad.
Que no se queje tanto el cine español. Está bien que se hable de ellos, aunque sea mal. Lo que no estaría bien es que su mala imagen, si es que la tiene, mejorara merced a un "patriotismo exagerado de los críticos de cine" y del público.
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