Creo que la industria del cine es una de las que peor se está adaptando a
estos tiempos de crisis. Algo que se entiende mal teniendo en cuenta
que ciertas iniciativas del sector han demostrado ser muy eficientes. Me
refiero a algo tan sencillo como bajar de precio las entradas. Imagino
la fortuna que esta industria habrá invertido en idear campañas para
reconducir a los espectadores a las salas. Imagino las muchas e
interminables reuniones donde lumbreras de turno, especialistas en
márketing con currículum labrados en másters en todo el planeta, debaten
sobre la mejor forma de convencer a los españolitos de a pie de que hay
que volver a ver películas en la gran pantalla. ¡Cuánto derroche
estéril de tiempo y dinero! La clave estaba –y sigue estando– en acoger
muchos más espectadores en las salas por un precio más económico.
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