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El niño que llevamos dentro (2012) por Francisco Rodríguez Criado

Son tantas y tan peligrosas las amenazas que se ciernen sobre el ser humano, que ciertos creadores de ficciones llegaron a la conclusión de que para salvarnos de las garras del mal no valía un héroe cualquiera: hacía falta un superhéroe. Durante mucho tiempo la victoria del bien contra el mal estaba garantizada gracias a tipos infalibles como Superman, Batman o Spiderman. Por mucho que sufriera la civilización, el superhéroe de turno estaba ahí para asegurar nuestra supervivencia.Era gratificante, pero en este mundo tan convulso que vivimos parece que ya no podemos abandonarnos a las películas de superhéroes con inocencia infantil. Si antes las veíamos para abstraernos de la realidad, ahora buscamos en ellas una intencionalidad, un trasfondo socio-político que venga a confirmar o a rechazar nuestros ideales. Es al menos lo que está ocurriendo con El caballero oscuro, la última película de Batman, en la que muchos ven no solo un retrato de nuestras sociedades actuales, gobernadas por políticos ineficaces y mal defendidas por policías timoratos, sino también una crítica a movimientos contestatarios como el 15 M. Algunos opinan que Christopher Nolan nos estaría avisando de que el mal no está focalizado solamente en un grupo de malvados que vienen a destruir nuestra civilización, sino también en aquellos que, manipulados, colaboran en destruir dicha civilización en el intento de reformarla.

Tengan razón o no quienes hacen lecturas tan simbólicas del cine de superhéroes, me pregunto de qué sirve ver una película de Batman si los espectadores ya no somos capaces de rescatar al niño que llevamos dentro.

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