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Hunter (1986) de Michael Mann (por El Despotricador Cinéfilo)

Cuando era niño tenía una absoluta fascinación por el cine de los años 80, aunque claro, yo me críe al abrazo de clásicos como Star wars, Superman, Indiana Jones, ET o Regreso al futuro. Por lo que no es de extrañar que en aquellos años pensase entusiasmado que el mejor cine de todos los tiempos se realizó en esa mítica década. Ahora, tantos años después, no es que haya reconsiderado mi opinión, sino que a veces me da por pensar muy seriamente que en la década de los 80 se han creado algunas de las peores películas de la historia del cine y cada vez me decepciona más la mayoría de los films que nacieron en esos años. Hunter es un buen ejemplo de ello.

No voy a decir que Hunter es una mala película porque no lo es. Quizás simplemente está muy contaminada por la estética ochentera que, con el paso de los años, la ha hecho envejecer muy mal, perdiendo parte de su encanto original. Además, puede que si no existiera El silencio de los corderos (y sus más que respetables y dignas secuelas) no nos chirriaría tanto visionarla ahora. Soy consciente de que un film debe ser siempre juzgado y valorado de forma objetiva e independiente, además con el condicionante de que Hunter se rodó 5 años antes del clásico que inmortalizó el personaje de Hannibal Lecter. Por tanto, solo por eso, le doy la consideración de que, como film independiente, es una película aceptable y más que correcta.

Ahora bien, pasar de ser un thriller correcto y bien hecho a que se le considere un clásico de los años 80 (cómo he llegado a leer alguna vez) hay un abismo. No voy a negar que contiene todos los ingredientes de misterio, intriga, suspense, terror y acción que se le pide a un thriller de estas características, pero sin aportar nada nuevo ni de interés. Thrillers así de psicópatas los ha habido a docenas, antes y después de Hunter, y no se le puede atribuir ningún mérito destacable ni ningún hallazgo de genialidad que renueve este género.

Lo más irritante es, no solo que no aporte nada esencial al género, sino que en primer lugar lo contamine con esa fantasmagórica fotografía que tanto le gusta poner a Michael Mann en todas sus películas y, en segundo lugar, lo estropee con esa insufrible música electrónica que no cesa ni por un momento, y si cesa es para meter con calzador horrendas canciones ochenteras que distraen de la acción y de lo que se está contando. No hay ni un solo momento durante la película que la banda sonora (ya sea con los pitidos y chirridos desquiciantes de los sintetizadores o con las tediosas canciones) no destrocen la película. Dios, cuantísimo daño han hecho los sintetizadores a la música en el cine (o mejor dicho, el mal uso de los sintetizadores, porque por ejemplo Maurice Jarre los usó muchísimo en los años 80 y la mayoría de las veces con resultados magníficos).

Aunque claro, el mayor desasosiego que me produce el visionado de Hunter, como a la amplía mayoría de la gente que ha visto la película, es el desaprovechamiento del personaje de Hannibal Lecter, no solo porque apenas salga y sea prescindible en la película sino por cómo está descrito e interpretado por Brian Cox (como ese maleducado delincuente grosero chulito y algo macarra) distando años luz de la forma refinada, intelectual, educada, elegante, sutil y fascinante como lo interpretó Anthony Hopkins (aunque claro, la interpretación de Hopkins es de pura antología).

En fin, después de todo lo dicho, se podría decir que Hunter es solo recomendable para los fans, si es que los hay hoy en día, del gusto por la estética ochentera que tanto marcó esa época.

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