Película de Jacques Demy director francés del que tengo algunas otras cosas en cartera, especialmente su galardonada Los paraguas de Cherburgo o la atrayante Las señoritas de Rochefort, También su reconocido primer largo: Lola, Pero ahora fue el turno de Baie des Ánges, uno de esos films que se suelen catalogar como menores pero que en mi modesta opinión son trabajos de formación de su realizador y que sirven para abrir boca, no con bostezos de aburrimiento, no sean mal pensados.
Baie des Ánges es la historia de una pareja (Jackie et Jean) y de una obsesión (la de ella) -y media (la de él)- por el juego. Ludopatía hasta en la sopa. Del 17 que sale las veces necesarias para seguir jugando y acabar perdiendo hasta el rosario de la madre. Del ni contigo ni sin ti, referido al juego. De las playas de la Costa Azul vistas desde los cristales de un Casino, Del amor en los tiempos del "hagan juego monsieurs, madames".
Amigos y residentes en Montecarlo, Niza, Sant Joan Les Pins y en cualquier lugar donde haya una bolita girando traviesa. ¿Y el amor? Esfumándose entre las fichas y martingalas (que, al parecer, es ese cartoncito donde los jugadores anotan los caprichosos números que van saliendo). ¿Se preguntan si acaban perdiendo o ganando? Sé bien que no, la ingenuidad se les perdió como a mi en el camino de las cotidianeidades...
Excelente trabajo de Jeanne Moureau, una actriz que merecería, y lo digo con toda intencionalidad, un ciclo para gourmets y degustadores de buen cine. Se ha dicho que en Baie des Anges, con el cabello peróxidadamente platino, no da esa imagen que forjó a base de "nouvelles vagues". Craso error, Demy está en el género y madame Moureau con sus añitos a cuestas da precisamente la imagen de una realidad que no busca moralinas ni enseñanzas apostólicas, sino la de una mujer rota en sus estructuras y que hace del Casino el templo de su religión. A su lado un Claude Mann practicamente inexperto al que la Moureau se come con "pommes de terre", pero también se trata de eso, de que se lo coma. Él la mira con ojos de deseo (¿Porqué le llaman amor cuando quieren decir sexo?) y ella con ojos de avaricia y al fiado (Money, money....).
Sin embargo el argumento se nos vuelve repetitivo, gira la ruleta, gira il mondo gira... Par y rojo... Changez moi si vous plait. Eso reduce algo mi nota, aunque ese final, donde todo parece y nada es, nos descubre que el director ha dejado que seamos nosotros los que pongamos el colofón a la película.
¡Ah! Y sin olvidar la excelente música de Michel Legrand.
Más críticas de Father Caprio en:
http://www.eldespotricadorcinefilo.com/father-caprio.html
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