La novela de Irwing Shaw, recordado también por Hombre rico, hombre pobre, probablemente daba para mucho mas juego, especialmente por lo que se refiere a la relación matrimonial del jugador (consagrado) de fútbol americano y su esposa, diseñadora en ratos libres, con una esbozada historia de engaños que los productores, un tanto pacatos, no se atrevieron a llevar más allá.
Por ello no sería del todo justo imputar la total responsabilidad de este semi descalabro a Tourneur que deja su sello en muchas escenas, con planos fotográficos mas que notables y una dirección de actores muy inteligente, consiguiendo incluso sacar partido de Victor Mature, algo encasillado en films históricos, y de Lucille Ball, más comedida de lo habitual. También de Lizabeth Scott, actriz que ya me dejó buenas sensaciones en El extraño amor de Martha Ivers y Callejón sin salida.
Dos apuntes finales:
Curioso, cuanto menos, que Jacques Tourneur no hubiese asistido nunca a un partido de fútbol americano. No era imprescindible, pero tal vez hubiese ayudado.
Otra curiosidad: La vigente Ley española contra la violencia de género no debió inspirarse en los comportamientos cinematográficos americanos al respecto. Visto lo visto. Y se hace extraño que los mismos productores guardianes de las moralidades matrimoniales y atentos a los deseos de los espectadores para darles los finales más convenientes guardasen, por partida doble, un delictivo silencio.
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