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Los sobornados (1953) por Aurea García Fernández


Si hay un género que haga disfrutar a los cinéfilos empedernidos ese es sin duda el del "cine negro" sobre todo cuando está dirigido con mano maestra como es el caso. El señor Lang sin salirse un ápice de lo demandado no puede evitar exhibir su talento cinematográfico. No olvidemos que él es uno de los más señeros artífices de este género que no sólo recibió las influencias del realismo poético francés de los años 30 con su carga romántica y fatalista, sus héroes condenados inexorablemente sino también las del expresionismo alemán, movimiento del que formó parte en primerísima línea el propio Lang, ahí está como icono permanente la singularísima "Metrópolis".

Se trata aquí de una muy densa historia de corrupción, venganzas, mafiosos, policias, mujeres, etcétera, contada según las reglas de juego habituales del género pero en este caso con una claridad expositiva meridiana, con una perspectiva de la realidad tan fatalista que nos remite sin querer a Shakespeare o más lejos aún, a los clásicos, si bien aquí encontremos, como no podía ser de otra manera, un final pelín convencional: estamos en Hollywood, señores.

A pesar de que el maestro Lang se atiene a las reglas del género no dejamos de observar a lo largo del film destellos languianos inevitables como por ejemplo que en medio de ese mundo sombrío, perverso, corrupto, de muertes y venganzas terribles aparezcan personajes capaces de romper con esos paradigmas establecidos cambiando las reglas de ese juego brutal que parece ser la vida ofreciéndonos el necesario rayito de luz; así la anciana empleada minusválida del taller: Lang sólo necesita un leve alzado de cabeza, una cierta mirada y por supuesto el toque clave de una determinada iluminación para hacernos comprender que antes o después ahí vamos a encontrar alivio y respiro; así también los amigos de la familia del "prota", ex-combatientes (Lang luchó en la Gran Guerra,la Primera, la más estúpida de las posibles, en la que se puso en evidencia la estulticia, la ineficacia, de políticos y sobre todo de los aristocráticos e ignorantísimos mandos militares, conocía, pues, el percal) que se ofrecen generosamente para proteger a la hijita de Bannion, breve homenaje de Lang a estos héroes anónimos que lucharon por salvar a otros. Así también la "vampi" interpretada maravillosamente por Gloria Grahame aunque en su caso el móvil sea la venganza pero también y al mismo tiempo el deseo de redención y hasta de amor: dualidad languiana.

De modo que tenemos a un policía honesto (una de las mejores interpretaciones que yo le he visto a Glenn Ford) tratando de hacer bien su trabajo en la Brigada de homicidios, otros policías más atentos a llegar a cobrar su jubilación que a enfrentarse a "los de arriba", un mafioso despiadado y astuto (Alexander Scourby) que controla la ciudad con sus sobornos y a donde estos no llegan envía a su sicario (magnífico Lee Marvin) cuya crueldad se pone de manifiesto en el trato que da a su bella y frívola novia (Gloria Grahame) que va a ser clave en la resolución de la trama.

La película comienza con el suicidio del policia Duncan rodado con tal maestría que el espectador no sabe si "se ha" o "le han" suicidado es decir que Lang le da a esas imágenes iniciales el toque de ambigüedad necesario a todo "thriller". Sobre la mesa vemos su mano con el revólver...y "una carta" que será esencial en el desarrollo de la trama. La ya viuda de Duncan bajando la escalera cual "ama de llaves de Rebeca", con la típica iluminación expresionista sugeridora de caracteres, no presagia nada bueno, de inmediato hace pensar al espectador "aquí se cuece algo","esta que baja va a ser de los malos".Y efectivamente pone la carta dirigida a la "poli" a buen recaudo para poder sacarle partido. Sí, sí, muy mala esta doña.

En las antípodas se nos muestra a la encantadora familia del sargento Bannion: Katie su enamorada esposa y su preciosa hijita. Un hogar normal y corriente pero feliz, mas... cuidado que el mal acecha...

El extraordinario guión firmado por un reportero de la crónica negra, está basado en un exitoso serial de la época, basado a su vez en hechos reales, luego convertido en novela. Recibió un "Edgar". El estilo de vida mafioso estaba infiltrándose en las ciudades medianas norteamericanas de los años 50 y el tema interesaba mucho al público. Está sabiamente dosificado con excelentes diálogos que se acomodan con precisión a las dos partes en que está dividida la acción siguiendo su ritmo narrativo, salpicado de frases que se hicieron célebres en la época como la de la malévola viuda Duncan (estupenda Jeannette Nolan) cuando dice "alguien va a pagar por esto...porque se olvidó de matarme" o la del sargento Bannion en el frenesí de la investigación, con la violencia desatada a tope: "no sé quién ha llamado pero sé donde encontrarlo" entre otras muchas que hacen las delicias del respetable. Y cuando digo "violencia" me refiero a la de verdad, a la clásica, a la de Shakespeare, no a la "salsa de tomate" tarantiniana.

La estupenda fotografía le debe mucho, como es lógico, al expresionismo alemán con esas iluminaciones propias del estilo que subrayan caracteres y estados de ánimo. Señalaría también la puesta en escena tan eficaz para lo que se está contando y que nos dice mucho de los estudios de arquitectura que Lang hizo en su primera juventud en Europa (su padre era un afamado arquitecto). Y no querría olvidarme de la música (en este caso orquestal) que tan bien marca los diferentes momentos de la acción: dramatismo, suspense, romanticismo, diversión, etc.

Voy a terminar dedicando unas palabras a la galería de mujeres con que nos deleita la película: están todas...o casi. La imprescindible ancianita minusválida, personaje marginal apenas entrevisto pero crucial en la resolución de los conflictos que se le van presentando al honesto policía que dicho sea de paso a puntito está, él también, de convertirse en asesino tal es el dolor y la furia que lo devoran. La encantadora señora Bannion y la pérfida viuda Duncan de las que ya hemos hablado. La amante del suicida, la mala chica buena, cantante en el bar como tiene que ser y de la que Duncan está enamorado hasta las cachas. Y dejo para el final a la bella Debby Marsh, la frívola novia del sicario, que es la conciencia crítica de las humillaciones y los esfuerzos inconfesables que hay detrás del aparente éxito. Gloria Grahame aún muy joven da la talla como gran actriz que fue y el señor Lang la trata muy bien.

Justo con su personaje se permite una de esas metáforas visuales expresionistas tan del gusto languiano que no desvelaré pero que quizá en ella esté el toque más personal de la película que como he dicho transcurre todo el tiempo por los caminos habituales del género.

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