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Los Simpson: la película (2007) por El Despotricador Cinéfilo
Supongo que es inherente a todo ser humano estirar sin piedad algo que funciona y ante lo que el público sigue respondiendo, aunque para ello haya que sacrificar toda la magia, el talento y la gracia que tuviese originalmente dicho producto. Un caso flagrante, y bien claro, es el modo en que David Lynch estiró incoherente y absurdamente la fascinante trama de “Twin Peaks” hasta convertirla en un sinsentido lejos de cualquier lógica, empañando, así, el buen recuerdo que dejó la primera temporada de tan emblemática serie de televisión.
Pero si hay un ejemplo humillantemente significativo es el de (otrora genial) Matt Groening. Resulta sorprendente comprobar cómo ha ido, con el paso de los años, destrozando y vaciando toda la magia que en su día tuvieron “Los Simpson”, y cómo hoy en día no queda ni un ápice de aquel genial talento en la incomparable y ocurrente familia de Springfield.
Puse muchas esperanzas en este “Los Simpson: la película”, pues sabía que los guionistas y responsables de las primeras temporadas (con Matt Groening y James L. Brooks a la cabeza) se habían hecho cargo de la historia, por lo que supuse que, por fin, iba a recobrar a “Los Simpson” originales de principios de la década de los 90. Porque, reconozcámoslo, cualquier minuto, o incluso segundo, de las primeras temporadas de “Los Simpson” de esa época tenía más talento, ingenio, inteligencia, sutileza, agudeza y genialidad que, probablemente, todo el cine que se hizo durante todos esos años (puestos a exagerar en plan mitómano, hagámoslo en plan freaky total).
Estos no son “Los Simpson” con los que todos hemos crecido, con los que todos hemos aprendido lo que es el humor inteligente, con los que hemos descubierto cómo con unos simples ramalazos de genialidad se puede aprender más sobre la psicología y la condición humana que con todos los libros habidos y por haber. No son, en definitiva, Los Simpson con los que nos hemos enternecido y a los que hemos querido, aquellos que formaban ya parte de nuestra vida y de nuestra cultura popular.
Todo eso murió hace muchísimos años, demasiados, y no deja de ser curioso y patético cómo, de vez en cuando, hacemos un intento por ver un nuevo episodio (o esta lamentable película) para comprobar si brilla un poco de aquella genialidad y talento. Pero es solo un espejismo, eso nunca volverá, y con su marcha se fue una parte de nuestra vida (precisamente la más inteligente).
Ciertamente, el amor es ciego, y mucho más el cinéfilo, y cuando has amado algo siempre esperas recobrar algún pequeño indicio de aquel amor; pero, como amantes, el cine y algunos cineastas son muy poco fieles a sí mismos, y, por lo tanto, a nosotros, y esto es tremendamente doloroso.
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